Hace
26.000 años aún existían en las montañas gallegas los glaciares que se habían
formado mucho tiempo atrás -hace unos 60.000 años-, pero sus dimensiones eran
ya mucho menores de lo que habían sido en épocas precedentes. Según explica
Vidal, solo algunas de las zonas más altas, como los montes Formigueiros y Pía
Paxaro, en O Courel, estaban cubiertos por pequeños glaciares de circo. En Os
Ancares, Cabeza de Manzaneda y O Xurés, las masas de hielo habían experimentado
también un fuerte retroceso e iban camino de la desaparición, en un lento
proceso que culminaría unos 10.000 años después.
El
geólogo señala que en las etapas más frías de la glaciación, los casquetes de
hielo de las sierras gallegas habían llegado a ocupar superficies de en torno a
los 65 kilómetros cuadrados y un grosor de unos trescientos metros. Pero cuando
los hombre de Cromañón de Cova Eirós fabricaban adornos con dientes de zorro,
los glaciares se habían reducido a superficies de apenas cinco kilómetros
cuadrados y su espesor rondaba los treinta metros. Aproximadamente en esa época
empezó a formarse la morrena de Chaguazoso, uno de los paisajes
de origen glaciar más conocidos de Galicia.
Los
estudios geológicos y climáticos, señala por otra parte Vidal Romaní, indican
que en ese período de la prehistoria los glaciares gallegos se encontraban en
un momento que podría considerarse como estacionario, sin experimentar avances
ni retrocesos significativos. (La Voz de Galicia)